lunes, 23 de septiembre de 2013

La Batalla de Agincourt


En el marco de La Guerra de los Cien Años, entre Francia e Inglaterra y luego de una pausa de 25 años, en las que ambos países no se enfrentaron directamente en batalla, el Rey de Inglaterra, Enrique V, vio en la lucha armada contra su enemigo común y extranjero, la solución a los problemas internos. El despertar nacionalista y la posibilidad de conquistar nuevos territorios y su botín de guerra, sobre todo éste último, generó el apoyo que Enrique V necesitaba para su campaña.

En La Guerra de los Cien Años, que enfrenta a los reyes de
Francia e Inglaterra, del momento, Carlos VI y Enrique V.

La Guerra de los Cien Años, que en realidad duró 116, comenzó debido a las pretensiones del rey inglés, Eduardo III, sobre la corona francesa, la cual le pertenecía por herencia adquirida a través de Isabel, su madre, mejor conocida como La Loba de Francia, quien era hermana de Carlos IV, el último descendiente varón de la Dinastía de los Capetos, quien muere sin descendencia en 1328. La razón por la cual se acoge Francia a no otorgarle la corona a Eduardo III, sino a su primo Felipe VI Valois, es la Ley Sálica.

Este conjunto de leyes, Lex Salica, fue promulgado a principios del siglo VI por el primer rey de Francia, Codoveo I, quien ordena recopilar un código legislativo que le permita gobernar a un conjunto de tribus francas, muchas, rivales entre sí, a la caída del todopoderoso Imperio Romano. En uno de sus apartados hacía referencia a que ninguna mujer podía heredar el reino de los francos, ni su descendencia, aunque éste fuera varón, o al menos eso fue lo que le hicieron creer a la corte y a la nobleza. En realidad fue una manipulación que se le realizó a la Ley en 1316, por el futuro rey Felipe V, para evitar que su sobrina, Juana de Navarra subiera al trono, en vez de él. Esa maniobra le va a causar a Francia, si aun saberlo, décadas de sufrimiento, miseria y dolor, no siendo la primera vez que se manipula un documento antiguo para el beneficio inmediatos de unos, ni será la última.

Eduardo III de Inglaterra, a través de su madre Isabel, tiene sangre Capeto y es el legítimo rey de Francia, pero ésta va a ser traspasada a su primo en vez de a él, aprovechando que el reino inglés, no sólo es una isla, el es menor de edad y que su reino está enfrascado en una especie de guerra civil, en la que los barones del reino rivalizan entre sí a consecuencia del desastroso reinado de su padre Eduardo II Plantagenet. Una vez consolidado su poder, Eduardo III voltea a Francia y tras los fracasos diplomáticos por su herencia, lanza un ataque en 1337, dándose inicio a La Guerra de los Cien Años.

Gran Sello Real del rey Eduardo III de Inglaterra.

Por años la guerra estuvo constituida mayormente por pequeñas victorias inglesas: Sluys en 1340, Crecy en 1346 y Poitiers en 1356, generándose una tregua conocida como la “paz de Brétigny”. Pero bajo el reinado de Carlos V de Francia, 1380, los ingleses pierden casi todas sus plazas ganadas en batalla en territorio francés, quedándose sólo con cuatro. Ante éste revés y a riesgo de perderlo todo, se firma otra tregua de paz que duraría años hasta que fuera rota por Enrique V de Inglaterra, en 1415, al ver que su intento de resolver los conflictos con Francia de manera diplomática, no tendrían efecto. Zarpa en agosto rumbo a Francia con un contingente de soldados y sirvientes de aproximadamente 12.000 hombres.

Batalla de Sluys, 1340, en la que los ingleses se adjudican una
importante victoria sobre los franceses, en su propio territorio,
asegurándose un puerto para futuras batallas.
 Ilustración de Jean Froissart 

Enrique V, implantó una severa disciplina a sus hombres, donde, a costa de sus propias vidas se les prohibía violar y robar a cualquier habitante francés, dando por finalizada una costumbre militar ancestral conocida como chevauchée o cabalgada, en la que el ejército invasor, arrasaba los pueblos, matando y destruyendo, obligando a su enemigo a entablar batalla. El está convencido en lograr sus objetivos y no desea que el pueblo, los campesinos, lo odien o resientan.

El 22 de septiembre se apoderó de la ciudad portuaria de Harfleur, luego de cinco días de sitio. Las lluvias constantes obstaculizaron su marcha y agotaron a las tropas inglesas que se vieron mermadas por el hambre y la enfermedad. El ejército francés, conglomerado, se tornaba en una amenaza creciente y Enrique V, decidió retornar al puerto de Caláis, con el fin de recuperar fuerzas y salud, recibir refuerzos y reanudar la campaña en Francia.

Pero el 15 de Octubre, el ejército francés decidió arrinconar a los ingleses cerca del poblado de Agincourt y la batalla fue inevitable. El contingente inglés estaba conformado mayoritariamente por arqueros y el francés, 10 veces mayor, se componía de caballería pesada y soldados a píe.

Cuadro pintado en el siglo XIX por John Gilbert, en donde la
caballería francesa, ansiosa, se precipita sobre el  pequeño ejército
inglés en La Batalla de Agincourt.

El valor de Enrique V de Inglaterra, descrito por William Shakespeare, era enorme e inspiró a sus maltrechos hombres.

Los franceses estaban comandados por Carlos d´Albret y un gran grupo de nobles que vieron en esa batalla la oportunidad de hacerse de gloria. Su estrategia era defenderse del ataque inglés y destruirlos. Pero los jinetes franceses se sintieron ansiosos e inspirados por la ausencia de caballería por la parte inglesa y en vista del reducido número de hombres con la cual contaba Enrique V, decidieron lanzarse a la batalla. El pantano les dificultó el movimiento y fueron presa fácil de los certeros arcos ingleses. Las perdidas francesas fueron asombrosas, aproximadamente 6.000 soldados murieron durante el combate, entre ellos D´Albret, además de duques, condes y otros 500 miembros de la nobleza. Los ingleses perdieron menos de 200 hombres. La victoria inglesa no fue a causa del valor de sus hombres, sino más bien a la estupidez del ejército francés.

La aplastante victoria de los ingleses en la Batalla de Agincout,
reabre las puertas al reclamo de Enrique V al trono francés.

Finalizada la batalla, Enrique V regresa triunfante a Inglaterra, para retornar nuevamente en 1417 con la firme intención de conquistar toda Francia. No se gestaron batallas de relevancia y en 1420 el rey inglés marchó a París y le exigió a Carlos VI, el Demente, rey de Francia, a su hija Catalina en matrimonio, mediante el Tratado de Troyes, en el que el hijo de ambos sería considerado rey de Inglaterra y Francia, desheredando de este modo a su propio hijo, el Delfín Carlos, futuro rey Carlos VII de Francia, gracias a las valerosas hazañas de Juana de Arco en 1429.

Con la firma del Tratado de Troyes, en la que se estipulaba
que el hijo de Enrique V y Catalina de Valois, hija del rey
francés, Carlos VI el Demente, heredaría el trono de Inglaterra
y Francia. 

La Batalla de Agincourt le generó respeto a Enrique V en Inglaterra y mientras vivió, ningún otro noble en su país se le opuso. A la muerte de éste, acaecida en 1422, su hijo, Enrique VI, de un año de edad, nunca fue considerado por los franceses como su rey, aunque los ingleses a partir de esa fecha se hicieron tildar como reyes de Inglaterra y Francia, hasta principios del siglo XIX, tal cual se aprecia en el escudo heráldico de Inglaterra de ese entonces.

En el escudo central se aprecian Las Flores de Lis,
que representa a Francia y los tres leones a Inglaterra.

Dos películas de importancia se han hecho en referencia a Enrique V y La Batalla de Agincourt, la primera, protagonizada por el legendario Lawrence Olivier en 1944 y la segunda, dirigida y protagonizada por Kenneth Branagh, filmada en 1989.

Trailer (en inglés) de la película Enrique V (1989)



Escrito por Jorge Lucas Alvarez Girardi

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