lunes, 16 de septiembre de 2013

El día en que se creó el Purgatorio


Desde tiempo inmemorables, siempre ha existido el concepto entre el “Bien y el Mal”, cada uno, desde su punto de vista, lucha, sacrificando todo, con un objetivo en su mente, salvar su alma en el más allá. Pero ¿quién? en verdad puede decir, que tiene la razón absoluta. Los que están a favor del Mal, obviamente se imaginan que su causa es la justa y que son los otros los equivocados, razón por la cual, todas las culturas antiguas optaron por dejar a los dioses de ultratumba, evaluar el comportamiento individual y condenar o premiar: el Paraíso o el Infierno.

En la mitología del antiguo Egipto, al igual que en Grecia, Roma y otras culturas, el alma del muerto era juzgado de inmediato y si se comprobaba que había sido una persona buena, justa y generosa, proseguía a disfrutar, en el “Más Allá”, con mayor abundancia, todo lo bueno que en vida tuvo, sin dolor, pena o sufrimiento. Pero en la religión Católica ese Juicio se realiza al final de los tiempos, a todos juntos, aunque de manera individual, con el Segundo Advenimiento de Cristo, El Día del Juicio Final. Luego del Apocalipsis, cuando todos los vivos estén muertos.

Escena del Juicio Final en el centro, el Paraíso a la izquierda y el Infierno a la derecha
de nosotros, en el que se representan cada castigo de Los Siete Pecados Capitales.
Autor: Fra Angélico, 1431
 Museo de san Marcos, Florencia, Italia

¿Pero qué pasa en el ínterin? ¿A dónde van todas estas almas: buenas y malas, mientras esperan El Juicio Final? Al Limbo.

Escena arcaica que representa a las almas en el Limbo a la
espera del Juicio Final, antes de la creación del Purgatorio.

El Limbo es, en su concepto original, un área de transición, al borde de Las Tinieblas (Refrigerium), en donde todos vamos, mientras esperamos por El Apocalipsis; buenos y malos. Pero ese día nunca llega y generación tras generación de individuos, nacen, viven según sus creencias y mueren, y nada. Muchos se esfuerzan por tener vidas dignas y ejemplares, a pesar de las injusticias, padeciendo sufrimiento y carencias, en cambio otros, a consciencia, son los creadores de estas amarguras colectivas, en la consecución de sus ambiciones desmedidas; recompensas temporales a costillas del prójimo, y cuando se mueren, al igual que los otros, sus almas van al Limbo, sin castigo o condena. Están allí, “esperando” una sanción Divina, que al parecer nunca llegará. Entonces, es más fácil y tentador, recorrer el camino del mal, en la búsqueda del beneficio inmediato, que esperar a ser gratificado en la eternidad ¿Cuándo?

Ante el riesgo, que el pueblo en pleno, cruzara esa “delgada línea”, un hombre genial apareció, el papa Gregorio I, mejor conocido como San Gregorio Magno, quien planteó un nuevo concepto; los hombres buenos, carentes de pecados, van de inmediato a la Gracia de Dios, los malos, quienes hayan actuado en vida, sólo a beneficio personal, perjudicando a los demás, creando penurias y devastación, serán condenados, ipso facto, a las llamas eternas del Infierno, y los demás, tras un primer juicio particular, no definitivo, ¡aun!, irán al Purgatorio: un lugar de transición, donde se purgan las penas, y en donde, “todos los que entran, eventualmente salen”, pero en el que cada quien paga, según sus pecados, un castigo, con el fin de expiar las faltas cometidas en vida.

El papa san Gregorio I Magno
Autor: Francisco Goya, 1797
Museo Romántico de Madrid

Entonces, el Limbo, ahora, se convierte en un área para todos aquellos niños, que, por su corta edad, no pudieron ser bautizados al momento de morir, y al no haber recibido el perdón a causa del pecado original, cometido, milenios atrás por Adán y Eva, sus almas no han de ser castigadas, pero tampoco pueden beneficiarse de la Visión Divina de Dios; El Limbo de Los Niños. Por eso se comenzó a incentivar el bautismo en los recién nacidos y a falta de otros registros, la fecha de nacimiento era la registrada en las iglesias, el nombre dado al bebe era el del santo del día, razón por la cual, la celebración de los cumpleaños era el día de su santo, tradición que se mantuvo por siglos.

Resuelto el impase técnico con el Limbo, ahora había que definir que pecados en vida iban a ser castigados en el Purgatorio, y ¿Cómo?, de tal manera, que el mismo Gregorio I, define una lista de “Vicios” humanos, a la que llama: Los Siete Pecados Capitales. Son una serie de faltas, a las que los individuos se condenan por “pensamiento, obra u omisión”, o sea, todos somos vulnerables a diario de pecar, tan sólo por desear, lo que indica que el Purgatorio debe de ser inmenso.

Mesa de los Pecados Capitales
Autor: Hieronymus Bosch, El Bosco, 1485
Museo del Prado, Madrid, España

Estos Siete Pecados Capitales, ya era una lista que se manejaban desde antes, pero que el papa Gregorio I, evaluó, sintetizó y jerarquizó, en el siguiente orden: Lujuria, Gula, Avaricia, Pereza, Ira, Envidia y Soberbia.

La Lujuria se define como: pensamientos o deseos sexuales obsesivos, más allá del fin inmediato de la procreación, con el objetivo de percibir placer carnal, aun y cuando, éste deseo se apacigüe a través de la masturbación. Uno de los animales con el que se representa es el perro. El castigo que se platea padecer en el Purgatorio es el ser asfixiado con fuego y azufre.

Grabados de cada uno de Los Siete Pecados Capitales realizados
por Pieter Brueghel el Viejo en 1531.

La Gula es el vicio de comer o beber en demasía, más allá de lo que necesita el cuerpo, o el deseo por ciertos alimentos que se sepan perniciosos para la salud, al menos en la de cada quien, y aun así se quieran ingerir, e incluso, el “comer con los ojos”, desperdiciándose el alimento no consumido. El animal con el que se representa es el cochino. La condena en el Purgatorio es el comer ratas, sapos, lagartijas y serpientes vivas.



La Avaricia es el querer poseer riquezas de forma excesiva, para atesorarla, no para disfrutar de ella. La gran mayoría de las veces, para obtener éstos bienes, el tacaño, al no tener límites morales,  recurre al soborno, el robo y al engaño, en perjuicio de los demás. El símbolo animal con el que por lo general se le representa es el lobo. En el Purgatorio al avaro se le coloca dentro de una paila de aceite hirviendo.



La Pereza para la Iglesia Católica, es la incapacidad del Ser humano, en llevar a buen término sus obligaciones espirituales, por flojera y desinterés. A éstos individuos los envuelve un áurea de apatía, que proyectan, incluso, a cualquier otra actividad, por ende, pudiendo generar otros vicios. Al principio se le confundía con la desidia, pero esta se ha definido más con “la enfermedad de la tristeza” o la depresión. El animal con el que se representa es el caracol. Al perezoso se le castiga en el Purgatorio colocándole en un pozo repleto de serpientes vivas.



La Ira es un sentimiento desbordado de odio y resentimiento que puede impulsar a un individuo a cometer o desear tomar venganza por su propia mano, en detrimento del colectivo. La mayoría de éstas personas se transforman en fanáticos extremistas que por intolerancia religiosa o racial, pueden llegar a cometer genocidio. El León es el animal que se utiliza como su símbolo. Al iracundo se le castiga en el Purgatorio con el desmembramiento corporal.



La Envidia la padece aquel, que desea de forma compulsiva, todo lo que los demás tienen y él añora, pero no posee. Como decía el escritor Francisco de Quevedo, “la envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come”. Con la culebra se representa. El castigo en el Purgatorio es el sumergirlo en agua helada.



La Soberbia, el Orgullo o la Vanidad, está considerado el peor de los pecados y el que origina a todos los demás, ya que equivale a la creencia de sentirse más importante que los demás y a la incapacidad de no reconocer las virtudes o logros de los otros, sólo los propios. Según Manson Cooley, “la vanidad bien alimentada es benévola, la vanidad hambrienta es déspota.” El pavo real es el símbolo que se utiliza generalmente. A los soberbios se les castiga en el Purgatorio a padecer en la Rueda.



La Iglesia Católica había resuelto por ahora la transición media entre el Cielo y el Infierno, pero como en la tendencia, tal cual estaba planteada, todos vamos a sufrir en el Purgatorio, ¿cómo podemos hacer si llegamos a parar allí? Las opciones fueron desde lo más sencillo hasta lo más perverso. Los rezos pueden ayudar a las Almas en pena, pero ese gesto depende de terceras personas, así que se desarrolló el turismo de las reliquias. El observar una reliquia (alguna posesión de un santo) puede disminuir hasta 100 días en el Purgatorio, así que mientras más veíamos, más rápido lo cruzábamos en nuestro camino al Paraíso. Miles de reliquias comenzaron a aparecer, tan absurdas como francos de leche materna de la Virgen María. Y para los que la visualización y veneración de reliquias no les era suficiente, pero poseían dinero, se creó la empresa más lucrativa de la Iglesia, “La Venta de Indulgencias.”

La imprenta fue de gran ayuda para la Iglesia en la
"Venta de las Indulgencias"
Grabado realizado por Lucas Cranach

“Los que murieron en la Luz de la Caridad de Cristo pueden ser ayudados con las oraciones de los vivos. Y no sólo eso. Si se dieren limosnas para las necesidades de la Iglesia, las almas ganarán la indulgencia de Dios.”  Papa Sixto IV, 1476.

Esta modalidad estuvo tan cuestionada y viciada, que impulsó a un fraile, Martín Lutero, a enfrentar a la Iglesia Católica, logrando su fractura y creando la Iglesia protestante.

En el año 1995 el director David Fincher realizó una película policial, "Se7en", cuya trama, de acción y suspenso, se inspira en Los Siete Pecados Capitales, protagonizada por Brad Pitt, Morgan Freeman, Gwyneth Paltrow y Kevin Spacey.




Escrito por Jorge Lucas Alvarez Girardi


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