domingo, 8 de septiembre de 2013

El Primer Renacimiento Europeo: Carlomagno


Carlomagno fue para la Edad Media igual que Lorenzo de Médici para el Renacimiento.

Europa Occidental se va a sumergir, desde el siglo V, en una época que nosotros llamamos el oscurantismo medieval, un período que se extiende desde la caída del Imperio Romano a causa de la mediocridad de sus gobernantes, quienes no supieron lidiar con las tribus invasoras de oriente, hasta el fin de la Guerra de los Cien Años, a mediados del siglo XV, fecha en la que también se “inventa” la imprenta y se difunde la cultura a niveles inimaginados: en sí, mil años.

Mapa en el que se identifican a las distintas tribus que invadieron
a Europa, desplazaron a los pobladores y eventualmente conformaron
a los países actuales.

Pero a decir verdad no fue tan oscuro, no en todos lados y menos, todo el tiempo. En la Edad Media hubo momentos de gran iluminismo y desarrollo técnico, repleta de mentes brillantes que destacaron e influenciaron a su entorno, aunque, en la mayoría de los casos, sin el apoyo de sus gobernantes, quienes estaban más preocupados en sus mezquinas ambiciones territoriales que en apoyar el desarrollo del intelecto humano.

Pero hubo un hombre, hijo del rey Pipino el Breve, rey de los francos, y su esposa Bertrada de Laon: Carlomagno, que al heredar el reino de su padre, se habrá de transformar, no sólo en un excelente estratega militar, quien consolidó y expandió su territorio de Neustria, área en el norte occidental de la actual Francia, con un área aproximada de 160.000 Km2, a un imperio de alrededor de 1.100.000 Km2, que incluye hoy en día parte del norte de España, toda Francia, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Austria, Suiza y parte de Alemania, Italia, Croacia, Eslovenia, Serbia, República Checa y Hungría. Cristianiza a los sajones en el norte, no con sermones, sino con el terror de la espada y también neutraliza las querellas entre los nobles romanos y el papa, quien, en un acto de agradecimiento estratégico, lo nombra emperador de Occidente.

El área resaltada es el reino de Neustria, la herencia de Carlomagno.

Mapa del territorio conquistado por Carlomagno. 

Cualquier gobernante se hubiese sentido más que satisfecho, muchos por menos, y con serenidad habría disfrutado banalmente de sus éxitos, pero Carlomagno no. Él, como ningún rey, valoró más la importancia del conocimiento y la difusión de éste, en beneficio del presente, sino lo que eso podría representar también para el futuro.

Vitral del rostro de Carlomagno realizado en el siglo XV en
la Catedral de Moulins, Francia.
Está por finalizar el siglo VIII y la trasmisión usual de la información, la sabiduría y el aprendizaje, se hereda por experiencia directa en la labor que se realiza: un albañil aprende de su maestro constructor, al igual que el orfebre, el carpintero, el talabartero, etc., es un adiestramiento directo, por lo general difundido de padre a hijo, a diferencia de hoy, en la que cualquiera puede especializarse en lo que desea, porque existen las universidades y sobre todo, la información escrita, pero en ésta época, los libros son tesoros celosamente acaparados, por lo general en las abadías, por monjes desconfiados , que ven en la difusión del conocimiento una amenaza a las creencias religiosas, razón por la cual, la ocultan, incluso de ellos mismos. Si a esto le sumamos, que la variedad de manuscritos es muy limitada y escasa, en donde la biblioteca más grande del momento, la abadía de San Galo, en Suiza, tiene tan sólo 36 volúmenes.

Y la mayoría de éstos libros están escritos en latín y son ellos, los monjes, los únicos entrenados para entender éste idioma, ya incluso para estos tiempos, muerto, pero para el resto de los pobladores, es una lengua elitista,  ancestral, alejada de los nuevos dialectos, que poco a poco se popularizan más y se han de transformar en los idiomas nacionales, pero en éste momento, son consideradas por los intelectuales, leguajes vulgares, por ser las que utiliza el vulgo o pueblo y aun no son un lenguaje escrito: francés, español, inglés, alemán…, por eso casi nadie sabe leer o escribir y los que saben, no tienen libros para hacerlo.

El tiempo promedio para la elaboración de un libro, desde la preparación
del papel, el copiar el texto y realizar las iluminaciones, es de dos años.

Entonces Carlomagno promulga una ley inusual y polémica, obligando a todos los monasterios bajo su jurisdicción, intercambiar sus índices temáticos para aumentar el número de copias existentes entre ellos mismos y proveer los manuscritos especializados que necesitan los nuevos centros de difusión que él está creando y los monjes, como único recurso para cumplir los deseos de su emperador, deben de masificar la producción, utilizando cada vez, a más copistas y traductores; toda una industria, casi una competencia, en la que se busca los mejores intelectuales e iluministas del momento para formar filas en una u otra orden religiosa y, como es usual entre los seres humanos, destacar sobre todos los demás. A ese período de tiempo se le acuñó el nombre de Renacimiento Carolíngio, en honor a Carlomagno.

Carlomagno, en su palacio de Aquisgrán, recibe de
Alcuino de York unos manuscritos.
Autor: Jean-Víctor Schnetz, 1830
Museo del Louvre

La educación en todo el territorio imperial fue incentivada ya que se necesitaban muchas personas preparadas que pudiesen ejercer los cargos burocráticos de cada diócesis, provincia, feudo y el reino en general, que unificara criterios culturales, en tan variada geografía, por lo que encontró en Inglaterra la solución a su problema: Alcuino de York, quien lo asistió en la gran reforma educativa, estandarizándose los curriculum de los distintos tipos de escuelas: monacales bajo la responsabilidad de los monasterios; catedrales en los obispados; y palatinas en las cortes. Este concepto, unos siglos más adelante, se transformaran en las universidades.

Ilustración de una universidad medieval, en donde se imparte
cátedra, pero es de notar que siempre hay uno no interesado.

Alcuino de York define que las materias a ser impartidas en todos estos centros de estudios deben de ser las Siete Artes Liberales: el Trivium que consta de: gramática, retórica y lógica; y el Cuadrivium que está conformado por: geometría, aritmética, música y astronomía, en sí la educación clásica impartida durante el Imperio Romano.

Alcuino de York y Rabano Mauro entregan una obra a
Otgar de Maguncia. Ilustración de un manuscrito en el
Monasterio de Fulga.

Tal fue el impacto que el Renacimiento Carolingio ejerció en Europa, que fue la base de la educación a futuro: las universidades y gracias a éstas, el desarrollo intelectual artístico, filosófico y científico, que se fue adaptando a las necesidades de su época, pero lastimosamente, no todos los gobernantes posteriores, tenían su misma visión, ni su mismo ímpetu, pero la semilla ya estaba sembrada y los eruditos individuales continuaron apareciendo y la cultura, aunque cuesta arriba, se desarrolló.

Escrito por Jorge Lucas Alvarez Girardi


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