En el año 529, un abad, Benito de
Nursia, futuro San Benito, fundó en lo alto de una colina, en el centro de
Italia, muy cerca de Roma, una abadía, para hacerlo tuvo que destruir él un
antiguo templo romano dedicado al dios Apolo, mil cuatrocientos años después,
las fuerzas aliadas, en su avance por liberar a Roma del ejército nazi, se
enfrentaron a un dilema moral: respetar el valor histórico y espiritual de la
edificación, que se había transformado en una fortaleza alemana, o destruirlo.
Iconografía de San Benito, representado como el gran constructor de la vida monacal en Europa. |
Benito de Nursia fue hijo de un noble romano y como la tradición indica, por su condición privilegiada, su vida hubiese sido una de comodidades y lujos, pero él a muy temprana edad, alrededor de los 19 años, abandona su tierra y se marcha a Subiaco, a unos 70 Kilómetros de Roma, aparentemente para escapar de una fuerte decepción amorosa, allí se aísla en una cueva y se convierte en ermitaño.
Benito de Nursia representado como ermitaño en su cueva de Subiaco, en donde permaneció tres años. |
Poco a poco el desamor da paso a una introspección espiritual en la que él se descubre y analiza la condición humana, aunque a distancia, ya que en su aislamiento sólo recibe esporádicas visitas de un monje, Romanus de Subiaco, quien le trae el poco alimento que lo mantiene con vida. Aunque en lo escarpado de la montaña en la que decidió recluirse, sobre el río Anio, existe un monasterio y muchos monjes ermitaños, al igual que él, su sabiduría y discernimiento se hacen legendarios y al cavo de tres años ya tiene un grupo de seguidores que se le acercan para escuchar, cuando él se digna en hablar, sus sabios concejos. Al punto, que al morir el abad de un monasterio cercano, la comunidad le suplica, se convierta él en su líder. No de buena gana acepta, al presentir, que sus convicciones no iban a ser del agrado de la comunidad de monjes, como de hecho no fue, al exigirles, Benito de Nursia, disciplina, devoción y austeridad. Tan conflictiva fue la relación que en dos oportunidades lo intentaron envenenar.
Las comunidades monásticas de la
época era bien relajadas y sus integrantes, aunque cumplían con su labor espiritual,
orar en nombre de otros para evitar así el castigo divino, por los excesos de
una vida disoluta y corrupta, ellos mismos, pero en nombre de Dios, vivían esa
vida. Holgazanes la mayoría, se dedicaban a comer y beber, dependiendo de las
donaciones de los fieles o peregrinos, para seguir engordando, y viene éste
monje, Benito, que comía una vez cada dos días, de carácter austero, que los
hace trabajar y rezar, Ora et Labora,
y quien, por insistencia de ellos mismos,
ahora es su abad y hay que obedecerlo mientras viva, pero la vida en esos
tiempos es muy frágil, y en una cofradía, secreta; algo así como “lo que pasa
en el monasterio se queda en el monasterio”, y envenenan su copa, pero mientras
Benito realizaba la bendición, la copa se quiebra ante el asombro y la
decepción de su comunidad, entonces lo vuelven a intentar, envenenando el pan,
y justo antes que Benito se lo llevase a la boca, un cuervo negro se lo quitó
de la mano y lo llevó a un lugar en donde nadie lo pudiese encontrar. Benito identificó
las señales divinas y abandonó el monasterio con la intención de crear él uno
suyo, con sus preceptos y convicciones.
Luego de los dos intentos de asesinato, san Benito decidió marcharse junto a algunos fieles seguidores para ir conformando, con el tiempo, nuevos monasterios. |
De regreso a su cueva se hace cada vez más popular por su devoción, desarrollando la capacidad de hacer milagros, atrayendo, cada vez más, a hombres de fe, dispuestos a someterse a su guía, aunque austera y disciplinada. Con el paso de los años y siempre en los alrededores de Subiaco, fue conformando monasterios, de doce monjes cada uno, en los que el precepto de comportamiento comunitario se fue desarrollando y la autarquía se convirtió en su norte. Todos estos monasterios debían ser autosuficientes.
"Ora et Labora" Autor: John Rogers Herbert, 1862 Galería Tate, Londres. |
Impulsado por su carácter evangelizador,
se traslada a la pequeña ciudad de Casino, a medio camino entre Nápoles y Roma,
para fundar allí, en lo alto de una colina, en el antiguo templo dedicado al
dios Apolo, otro monasterio, La Abadía
de Montecasino, y disciplinar al entorno que aun mezclaban preceptos
cristianos con tradiciones y ritos paganos. El primer paso para lograr tal hazaña
fue la de subir a lo alto de la colina, destruir el templo y con sus propias
manos la estatua del antiguo dios romano, y como es costumbre, construir, en
donde una vez hubo un templo sacro, uno nuevo, para que por sustitución, suplantar
un rito de adoración por otro.
La Abadía de Montecasino se transformó en su residencia permanente,
visitando, de vez en cuando los otros doce monasterios para asegurarse su buen
funcionamiento, pero a sabiendas, que a su muerte, sus rígidos preceptos
podrían fallecer con él, razón por la cual se dedica a escribir una guía de
comportamiento comunitario, que sus monjes, con los abades a la cabeza,
deberían seguir día a día. A éste manual se le llamó “La Regla de San Benito” o
sencillamente “La Regla”, compendio de 73 capítulos que hacen de la vida
comunitaria monacal un estilo de vida, regulando el comportamientos y las
obligaciones individuales para mantener la espiritualidad y la eficiencia
colectiva, basados en el precepto primordial, Ora et Labora.
Ilustración medieval que representa a San Benito dando "La Regla" a monjes de distintas órdenes monacales. Monasterio de St. Gilles, Nimes, Francia. |
A la muerte de Benito de Nursia, en
el año 547, a los 67 años de edad, sus seguidores se encargaron de hacer
cumplir “La Regla” y difundirla en todas las comunidades religiosas del continente
y más allá, transformándose él en el santo patrón de Europa. Los símbolos con
los que se identifica al santo son: el Libro que representa a “La Regla”; la
copa rota y el cuervo con el trozo de pan en la boca, y se ha transformado en
el santo patrón de los arquitectos, ingenieros, espeleólogos y agricultores, invocándolo
contra las picaduras venenosas y la fiebre.
Montecasino prosperó y se
transformó en un importante lugar de peregrinaje de personas que deseaban
visitar al cuerpo del santo, pero su estratégica ubicación geográfica también
fue su perdición, siendo destruido en varias oportunidades. La primera fue en
el año 584, cuando los lombardo, en su auge conquistador de toda la península
itálica, llegaron a la abadía y la destruyeron, obligando a los monjes allí
asentados a trasladarse en pánico y llevándose el cuerpo de su santo fundador a
un lugar seguro, inicialmente a Roma, pero en ésta época, la una vez imponente
capital del Imperio Romano, estaba desolada y era insegura, así que con
reliquia en mano se marcharon a Fleury, actual Saint-Benoit-sur-Loire, Francia, en donde aun reposa. Dos siglos
después la comunidad de monjes benedictinos regresó y por un tiempo mejoró,
sobre todo cuando el Mayordomo de Palacio, Carlomán, hijo de Carlos Martel, tras
su gobierno, como rey sin corona, en Austrasia, decide retirarse, en el año
747, a una vida de recogimiento espiritual en La Abadía de Montecasino,
dejándole todas sus posesiones y responsabilidades a su hermano Pipino el
Breve, quien habrá de convertirse en rey de Francia.
En el año 833 una horda sarracena
(musulmanes, que por un breve momento invadieron y saquearon a Italia), destruyeron la
abadía, la cual, como el Ave Fénix, resurgió de las cenizas un par de siglos
después bajo el brillante liderazgo del abad Desiderios, quien más tarde sería
electo papa Víctor III, reconstruyendo los edificios, aumentando el número de
libros de la biblioteca y decorando las instalaciones con magníficas obras de
artistas de renombrada fama.
Patio interior de la abadía, que representa su importancia histórica. |
Por mil años la abadía se destacó sobre todas las demás, siendo el patrón de inspiración en vida monástica, siempre inspirados, a veces con menos devoción y austeridad, por “La Regla de San Benito”, hasta que en el año 1799 las tropas napoleónicas invadieron Italia y en un afán destructivo, saquearon la abadía, pero ésta se recuperó y perduró hasta 1866, momento en que se disolvieron los monasterios tras la conformación de La República Italiana. Pero no fue hasta finales de La Segunda Guerra Mundial, 1944, que Montecasino vivió su más crítico momento.
Ruinas de La Abadía de Montecasino tras el bombardeo masivo de las Fuerzas Aéreas aliadas sobre lo que ellos creían era un enclave del ejército alemán. |
Los dos oficiales alemanes cargaron camiones con todos los objetos valiosos y los entregaron al Vaticano para evitar su destrucción, entre los que destacan: 1.400 códices manuscritos. |
La Fuerza Aérea aliada bombardeó hasta los cimientos la abadía en una batalla que habría de durar 4 largos meses a un altísimo costo en vidas humanas: 20.000 alemanas y 54.000 aliadas, pero a pesar del alto costo, las tropas de la coalición aliada avanzó y eventualmente llegó a Roma, liberándola de la opresión nazi.
Las fuerzas alemanas siempre negaron su acuartelamiento en la abadía previo
el bombardeo, nunca en cambio el atrincheramiento en las faldas de la montaña,
más cerca a las vías de comunicación. Pero si subieron, según ellos, a las
ruinas, para aumentar la ventaja estratégica.
Luego de la guerra la abadía fue poco a poco reconstruida como había sido en el pasado inmediato, intentando representar toda la grandiosidad de ésta fabulosa casa monacal. |
Interior de la Iglesia de la abadía, reconstruida. |
La Abadía fue reconstruida después de la guerra, siendo re consagrada, en el año 1964, por el papa Pablo VI.
Escrito por Jorge Lucas Alvarez Girardi
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