El joven Simón aun no cumple los
veinte años de edad y ya es huérfano y viudo, está sólo y tiene mucho dinero,
por lo que decide emprender un largo viaje a Europa, uno muy largo, para que lo
ayude olvidar y quién sabe, porque no, conocer a alguien otra vez, a pesar del
juramento, ese que hizo a la muerte de María Teresa, el de no volverse a casar,
el cual, en lo más profundo, él sabía que no fue de fidelidad sacra para con su
esposa, sino más bien, para evitar otro dolor personal.
En su viaje, antes de
reencontrarse, por casualidad, con su maestro, Simón Rodríguez, va primero a
España, en particular a la ciudad de Cádiz, para visitar a sus tíos Pedro y Esteban,
y pasar con ellos una temporada. Pero fue en ésta ciudad, en el extremo sur del
reino, en donde tiene sus primeros contactos con: intelectuales, idealistas,
radicales, republicanos, en sí, “Libres Pensadores”, mejor conocidos como masones.
La Logia es grande, con más de 800 miembros, es peligrosa y está prohibida; ingredientes
todos perfectos para atraer a un joven con inquietudes y en busca de
respuestas.
Para ese entonces, 1804, en
Europa se viven momentos tensos, los deseos imperiales de Napoleón están a
punto de consolidarse y muchos países temen el ser arrastrados a una guerra, en
realidad otra más, ya que en éste continente es tradicional un conflicto bélico,
uno por cada generación, pero ésta se prevé grande e intensa, así que se
comienzan a organizar coaliciones militares de distintas monarquías para
contrarrestar la amenaza que implica el futuro emperador. Muchos de éstos
reinos no son afines entre sí, pero como ya es ley, “el enemigo de mí enemigo
es mi amigo.”
En España el tronar de los
cañones se siente lejos, lo que permite que diferentes formas de pensar se
contrapongan: los que apoyan a las monarquías absolutas versus a los idealistas
republicanos. De palabra y pensamiento las cifras de adeptos en ambas
tendencias son equilibradas, pero al final, en el momento de la verdad, siempre
impera el status quo y la mayoría “revolucionaria”
termina cediendo, ante la posibilidad de un enfrentamiento, argumentando que “en
verdad no estamos tan mal.”
A pesar de la guerra y en contra
de lo que uno se puede imaginar, el tránsito de personas, de un país a otro se
mantiene y el joven Simón se traslada a París ya masón, iniciado en Cádiz y no
como se piensa, por Francisco de Miranda. Ese encuentro, entre éstos dos grande
hombres se va a dar, pero no todavía.
En París se encuentra con Simón
Rodríguez, que le agrada el renovado Simón, muy distinto a aquel, años antes, flojo
y desinteresado. Ambos deciden viajar juntos y es en Roma, cuando Bolívar
pronuncia, palabras más palabras menos, su Juramento
en el Monte Sacro, “¡Juro delante de usted (Simón Rodríguez), juro por el
Dios de mis padres (Bolívar es ya masón), juro por ellos, juro por mi honor y
juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta
que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español!”.
A su regreso a Venezuela en 1806,
Bolívar, aunque activo en ciertos debates intelectuales de carácter republicano,
está más comprometido por el negocio familiar, por tanto tiempo desatendido y
en manos de terceros.
"Simón Bolívar en Caracas" Autor: Secundino Rivera, 1983 |
Pero son los acontecimientos que van a ocurrir en España los que encienden la chispa libertadora en América, en especial en Venezuela y gracias a Francisco de Miranda.
"Francisco de Miranda" Autor: Martín Tovar y Tovar, 1874 |
Napoleón, con la intención de reprimir a Portugal por su falta de colaboración en la fracasada Batalla de Trafalgar, el 21 de octubre de 1805, en contra de Gran Bretaña, solicita al rey español, Carlos IV, a través de su Primer Ministro, Manuel Godoy, el derecho de paso de las tropas francesas. Este contingente, que llegó a tener a más de 65.000 soldados extranjeros, no invade, al menos todavía, el territorio lusitano, pero si se comienza a inmiscuir en todos los asuntos referentes a la política y la economía de España, creando inconformidad en todos los ámbitos de la sociedad, poniéndose en peligro esta conveniente alianza para Francia y decide, su emperador, Napoleón Bonaparte, en 1808, tomar el control del reino, deponer al rey y colocar en su lugar a su hermano, José Bonaparte.
Retrato de José I Bonaparte como rey de España. Autor: Francois Gerard, c. 1808 Museo Nacional del Palacio de Fontainebleau, Francia |
Esa acción fue precipitada y torpe,
por parte de Napoleón, y nunca logró consolidarse ni ser aprobada legalmente,
se mantuvo tan sólo por la opresión militar y su rey, impuesto, fue mofado como “Pepe
botella”, gracias a su gran afición al vino.
Cartel que cita, "Cada cual tiene su suerte, la tuya es de borracho hasta la muerte." |
Esta crisis constitucional se
manifiesta de inmediato en América, ya que ahora no eran súbditos de Carlos IV,
ni siquiera de su hijo Fernando VII, que había obligado a su padre a abdicar unos meses antes, ahora
estaban dominados por José I Bonaparte, un rey extranjero, hecho que aprovechan
los republicanos, uniéndose también algunos realistas, que ante ésta imposición, sienten sus intereses amenazados, porque ahora España también está inmiscuida
en Las Guerra Napoleónicas. Esta
renovada inconformidad es aprovechada por Simón Bolívar, que busca apoyo entre
sus amigos y familiares, pero muchos consideran que la información es confusa y
deciden no tomar partido, al menos por el momento. Pero, con el ímpetu
manifestado por Bolívar, poco a poco va convirtiéndose en el líder patriota,
republicano e independentista. Pero ha de esperar, hasta la llegada del nuevo
Capitán General de Venezuela, Vicente Emparan, al que se le adjudica ser de
manifiesta tendencia napoleónica, para convencer a los criollos que
su rey ya no es Fernando VII, sino José I Bonaparte.
"Retrato del teniente de navío Emparan" Autor: Antonio Carnicero Mancio, 1777 Copia donada a La Academia Nacional de la Historia de Venezuela |
Ante ésta “ratificación”, los
indecisos se unen a los cabilderos y obligan a Vicente Emparan a renunciar al
cargo, para así crear la Junta Suprema de
Caracas el 19 de abril de 1810.
El 19 de abril de 1810 el Capitán General, Vicente Emparan es obligado a renunciar. Autor Juan Lovera |
Que conlleva, un año y tres meses
después, el 5 de julio de 1811, a La
Firma del Acta de la Independencia, luego de intensos esfuerzos de Bolívar en
Londres, para sumar aliados a la causa americana.
Firma del Acta de Independencia, 5 de julio de 1811. Juan Lovera, 1811. Palacio Federal Legislativo, Caracas ver la LISTA COMPLETA DE LOS FIRMANTES DEL ACTA |
“Los dados ya están echados”, como
dijo una vez Julio Cesar, antes de cruzar el Rubicón y dar un Golpe de Estado a
la debilitada República Romana. Simón Bolívar ya es un hombre comprometido y preparado
para la guerra que está pronto a comenzar.
Escrito por Jorge Lucas Alvarez Girardi
Hola Jorge,
ResponderEliminarMe encanta la manera tan clara y entretenida de narrar nuestra historia. Sigue así, no vayas a cambiar. Te felicito
German