Es curioso como un artista, en su
momento reconocido, puede “desaparecer” de la faz de la Tierra, por la omisión
de un historiador descuidado y de los sucesivos escritores, y de pronto ser
redescubierto doscientos años después, para transformarse, no sólo, en lo que una vez fue, pintor renombrado, sino el ser considerado, hoy en día, en uno de los mejores pintores del Siglo de Oro Neerlandés. Ese fue el caso
de Jan Vermeer, hoy convertido en
leyenda.
Detalle del cuadro "La joven de la perla" |
De pincel magistral y paciencia
infinita, Jan Vermeer fue un
perfeccionista y su obra, es casi fotográfica. Pero eso tiene un costo, y uno
alto, muy pocas obras se le adjudican a él, alrededor de 34, unas más, unas
menos, y al pretender vivir del arte, eso equivale a unos dos cuadros pintados
por año, lo que significa que para mantener a una esposa y 11 hijos, debió ser
una tarea imposible o al menos que te fueras a vivir a casa de la suegra, María
Thins, lo que hicieron.
Era una casa espaciosa en la que
el artista podía contar con su propio estudio y en donde va a ambientar casi
todas sus pinturas.
Jan Vermeer fue bautizado en 1632 en Delft, misma ciudad en la que vivió
toda su vida, una bastante corta, 43 años. Cuando se casa con Catalina Bolenes
asegura su estabilidad económica más allá de la venta de sus pinturas, la
familia de ella es adinerada y tan sólo un pequeño sacrificio tuvo que
conceder, convertirse al catolicismo. Pero para mantener el estilo de vida a la
que estaban acostumbrados, Vermeer se tuvo que endeudar, y a veces, dar obras
suyas como pago colateral de esas deudas.
"Vista de Delft, c. 1660 Galería Real de Pinturas Mauritshuis, La Haya, Holanda |
La ciudad de Delft, para ese
entonces, era la capital de la naciente Holanda, después de su independencia
del Imperio Español y un lugar ideal para un artista, quien por vivir allí, podía
asegurarse la comercialización de su obra.
Para ese entonces la temática
pictórica no era una de carácter épico o religioso, por el contrario, era la del
hombre común que deseaba ser representado en su cotidianeidad. Vermeer no era el único artista en la
zona, su archirrival era Pieter de Hooch, que enfocaba su obra de la misma
manera que él, quien si fue recordado por los historiadores de su época, pero
luego superado por la calidad artística de Jan
Vermeer.
"El arte de la pintura", c. 1666 Museo de Historia del Arte de Viena, Austria |
La composición intimista del
pintor transforma al espectador en un voyerista, que espía a distancia la
acción de la obra. Representa a los personajes realizando sus faenas, ajenos a
las miradas indiscretas del público, como si a través de una puerta
estuviésemos mirando, a la espera de alguna discreción.
"La carta", c. 1670 Rijksmuseum, Amsterdam, Holanda |
El nivel de detalle para el
tamaño de las obras es excepcional, pintando a la perfección los diseños de las
alfombras, en los mapas o en las pinturas del fondo. Los pequeños formatos,
alrededor de 50 x 50 cms, están destinados a un público de clase media, que
desea decorar con clase a bajo costo.
Pero el voyerismo implícito se
manifiesta de forma más evidente en el cuadro “Dama bebiendo, con un caballero”,
escena para nosotros bastante ingenua, si la observamos sin fijarnos en los
detalles. En el siglo XVII no es usual que una pareja no relacionada entre sí,
esté sola en una habitación y menos aun bebiendo, con todo lo que el alcohol
estimula en la persona, pero observamos que ella es la única que toma, él la
asiste y no hay más copas, todo el vino es para ella, como último recurso de
seducción en vista que en apariencia la poesía y la música no fueron
suficientes, al observar los papeles y el instrumento colocados en la silla.
Pero él sostiene la botella mientras ella se empina la copa, esperando a que
esta se vacíe para volverla a llenar.
"Dama bebiendo, con un caballero", c.1660 Gemäldegalerie, Berlín, Alemania |
En el vitral de la ventana está
representada la figura de la Templanza, que simboliza la represión de las
pasiones, estimulando el virtuosismo de la mujer; una moralidad fácil de esquivar
a punta de alcohol.
Otra pintura de similar concepto
es “Dama con dos caballeros”. Aquí Jan
Vermeer nos agrega a otro personaje, uno, que en apariencia, es amigo del
esposo de ella, pero con actitud desentendida, alcahueta, mientras el otro, el pretendiente, insiste
que la dama beba, guiándole la copa con su mano y ella sonríe y ve de frente,
creando complicidad con el espectador, dándonos a entender que sabe cuál es la
intención y que además va a ceder.
"Dama con dos caballeros", c. 1659 Museo Herzog Anton Ulrich, Brunswick, Alemania |
En el fondo, el retrato colgado del
marido, que ve la ve directamente a ella, como si supiera, recriminando la
acción. Al igual que en la pintura anterior, la personificación de la Templanza
en el vitral de la ventana.
Detalle del vitral. |
Pero el cuadro más conocido de Jan Vermeer y uno de los más polémicos
es el de “La joven con la perla”, un típico retrato, de un personaje en
apariencia, para nosotros, anónimo, que ha generado mucha especulación, en
especial tras la publicación del libro de la escritora norteamericana Tracy
Chevalier y posterior película del mismo nombre que el cuadro, protagonizada
por Colin Firth como Jan Vermeer y
Scarlet Johansson como Griette, la tímida muchacha que va a trabajar en casa
del afamado pintor y se ve seducida por su arte, convirtiéndose en su ayudante
y en su amante, para ser descubiertos de su pecado, por la suegra de él, al
captar que los zarcillos que lleva la joven son los de su hija, la esposa de Vermeer, pero calla el adulterio, al
darse cuenta, que él, entusiasmado por la clandestina relación, trabaja de
forma continua y finaliza mayor número de obras, generando así, más ingresos.
"Joven con zarcillo de perla", 1665 Galería Real de Pinturas Mauritshuis, La Haya, Holanda |
Afiche de la película de "La joven con zarcillo de perla", 2003 Dirigida por Peter Webber |
Más allá de la aparente ficción, el rostro de la joven es en extremo seductor, observando por encima del hombro y con los labios entreabiertos a nosotros, con tentador deseo.
Escrito por Jorge Lucas Alvarez
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