sábado, 24 de agosto de 2013

Banting y Best logran aislar la Insulina


Los grandes avances en la medicina por lo general se dan en la continuación de las investigaciones realizadas por otros, un toque de genialidad, esfuerzo, mucho estudio y a veces suerte. Esta fórmula no iba a ser diferente en el trabajo de Frederick Banting. Muchos médicos investigadores se obsesionan con un tema en particular, cuando alguna persona querida en su entorno lo sufre y padece, entonces enfocan su lucha titánica en conseguir una cura, un alivio, pero en el caso de la diabetes, éste no era un mal que estuviese en el círculo íntimo de Banting, más sí de su interés.

Frederick Banting

Para el momento en que se comienza a involucrar en lo que será su destino, Banting cuenta con tan sólo 30 años de edad, acaba de finalizar, ese mismo año, 1922, su doctorado y da charlas de farmacología en La Universidad de Toronto, Canadá.

Previo a él, tan sólo un puñado de médicos, entre ellos Schafer, habían logrado modestos avances en la identificación de la causa de la diabetes, la falta de una hormona proteica, a la que se le da el nombre de insulina,  que se produce o se debería de producir en los islotes de Langerhans ubicados en el páncreas y es la encargada de regular los niveles de glucosa en la sangre.

Estructura de la insulina

Los primeros intentos para complementar la falta de ésta hormona, era dándole de comer a los pacientes páncreas fresco o derivados de éste, pero la insulina era siempre destruida en el proceso digestivo por una enzima proteolítica: la tripsina, razón por la cual, se debía de buscar una manera de aislar a la hormona, protegiéndola y dosificarla de otra forma. Banting un día se cruzó con un artículo de Moses Baron en la que se describía una serie de experimentos en los que se lograba mantener intactos a los islotes de Langerhans, ocurriéndosele entonces la idea a Banting, de bloquear los conductos que segregan la tripsina, evitando así la destrucción de la insulina y pudiéndola extraer pura, para ser dosificada en los pacientes. Suena sencillo, pero en nada lo fue.

Banting y Best en el laboratorio de La Universidad de Toronto.

A falta de instalaciones adecuadas, Banting buscó el apoyo del doctor J.J.R. Macleod, quien le presta sus instalaciones durante sus las vacaciones de verano, en La Universidad de Toronto y le consigue dos posibles candidatos para que lo asistan, entonces Banting, lanza una moneda al aire y él que gana es Charles Best, 22, estudiante, que recién acababa de finalizar bioquímica y por esas cosas de la vida, resultó "estar en el lugar adecuado, en el momento adecuado", y quién nunca se imaginó, que lo que se suponía iba a ser un trabajo de verano, lo va a inmortalizar y definirle casi todo el camino de su vida.

De inmediato comienzan a experimentar con perros, a los que se les extraían el páncreas para analizar los efectos. Best estaba encargado de monitorear los niveles en la sangre a lo largo de todo el proceso. Los perros secretaban altos niveles de azúcar por la orina, estaban sedientos, se degeneraban cayendo en coma y morían. Lo mismo les sucedía a los humanos. Entonces es cuando Banting, comienza aislar los islotes de Langerhans, atando los ductos del páncreas, atrofiándose el área que secreta la enzima y evitando así, que la tripsina destruyera a la hormona. Una vez extraída la insulina se les inyectaba a los perros enfermos y estos se recuperaban casi de inmediato, bajándoles los niveles de azúcar en la sangre.



Los resultados eran muy prometedores y escriben juntos un artículo que va a ser publicado y con el que se van a dar a conocer en todo el mundo, pero antes de eso, deciden probar el experimento, en un ser humano, algo riesgoso y polémico, razón por la cual toman la decisión de probarlo ellos mismos, para estar seguros. Escogen entonces a un joven desahuciado, Leonard Thompson de 14 años, quien una vez inyectado con la insulina, comienza a mejorar hasta que se recupera por completo… ¡éxito! 

Leonard Thompson antes y después de la vacunación.

La producción de la insulina se masifica y pronto cientos de pacientes estaban siendo tratados con éste maravilloso descubrimiento.

Al año siguiente, en 1923, el comité para la nominación y entrega de los Premios Nobel en Medicina, le otorgan el reconocimiento a Frederick Banting y a J.J.R. Macleod, pero dejan por fuera a Charles Best.



Banting se enfurece y desmerita la labor de Macleod, comunicando, que éste último sólo prestó la instalaciones y que la carga y el esfuerzo real fue de su asistente, Charles Best, pero para ese entonces Best aun no poseía un diploma, razón por la que no fue considerado, y ante la impotencia, Banting decide compartir el reconocimiento con su colaborador y le da la mitad del efectivo.


Escrito por Jorge Lucas Alvarez Girardi

No hay comentarios:

Publicar un comentario