lunes, 23 de diciembre de 2013

La fecha que se escogió para que naciera Jesús


La fecha tradicional de la natividad de Jesús de Nazaret, en la que un quinto de la población del Mundo, alrededor de 1.100.000.000 de personas, celebran, el 25 de diciembre, es una fecha ficticia, designada a conveniencia, en la que cualquier cristiano, previo al siglo V, se hubiese sorprendido, en esa época el día de Navidad era, y con toda lógica, el 25 de marzo.

La razón de éste cambio radical y repentino, fijado y ordenado por el papa Julio I en el año 350 y ratificado por su sucesor, el papa Liberio, tiene como único objetivo, el convertir al mayor número de paganos al cristianismo, sin afectarles de manera radical sus fiestas, por cierto, una muy divertida, sustituyendo una celebración, la pagana, por la cristiana. Las Fiestas Saturnales, en honor al dios romano Saturno, se celebraban el 25 de diciembre, coincidiendo con el Solsticio de Invierno, fecha que demarca el fin del día más corto del año, en el que el sol antiguo moría y nacía un nuevo sol.

"La juventud de Baco", 1884, pintado por William-Adolphe Bouguereau.
En la que se representa, la celebración de las Fiestas Saturnales.

La Saturnalia o “Fiesta de los Esclavos”, era, para nosotros, una mezcla entre la Navidad y los Carnavales juntos. Saturno es el dios de la Agricultura y ésta celebración es también en honor a las nuevas cosechas, a la fertilidad de la tierra, a la abundancia, y siendo, en su mayoría los esclavos, los que ejercían ésta función, la festividad es en su honor, recibiendo tiempo libre, mejores raciones de alimentos y regalos, en donde los amos se vestían como esclavos y ellos como amos, y éstos los atendían.

La Saturnalia era, de las fiestas paganas, la más divertida,
ansiada y a su vez importante: el fin de un ciclo y el nacimiento
de otro.

Las fiestas duraban siete días y las casas se decoraban con antorchas, en honor, también, al Sol Invictus, o renacimiento del Sol, personificado en Mithra, dándose fin a los trabajos de la cosecha de invierno, e introduciéndose un árbol verde dentro del hogar, al que se decoraba.

Templo de Saturno en pleno corazón del Foro Romano,
a los pies del Monte Capitonino, sitial de preferencia.

El solsticio de invierno, en todas las culturas al norte del Ecuador, ha sido una de las fechas más importantes del calendario. Tenemos que remontarnos, en perspectiva, a su tiempo real. Antes de la invención del bombillo eléctrico, hace apenas unos 130 años, toda la humanidad vivió por milenios, absorta en una absoluta oscuridad y la aproximación de la noche, no era sólo el momento de descansar y dormir, sino de resguardarse de todos males que podían estar deambulando a nuestro alrededor, que resurgían, con tenebroso realismo, al ponerse el sol. Era en otras palabras, un pánico diario, porque en la idiosincrasia de todos, la oscuridad no es vacio del mal, sino la incapacidad de verlo, no en vano, la vida nocturna se ensambla alrededor del fuego, las antorchas, las velas y hoy en día, la luz eléctrica.

El fuego no sólo proporciona calor, también luz y la luz
aleja a los malos espíritus.

El nacimiento del Sol Invictus, es un momento de inmenso regocijo, y por los siguientes seis meses, hasta el Solsticio de Verano, los días se van haciendo cada vez más largos, en donde la luz del día le gana a la oscuridad de la noche, una especie de lucha entre el Bien y el Mal.

Mithra sacrificando el toro, símbolo de la fertilidad,
 en honor a su padre Sol Invictus (arriba a la izquierda)

¿Por qué entonces, en la antigüedad se celebró el nacimiento de Jesús el 25 de marzo? Fácil, era el inicio de la primavera, el renacimiento de los árboles, las flores, el calor, y en esencia todo lo que el mensaje del hijo de María representa; el momento perfecto, ofreciéndole a la humanidad la esperanza de una mejor vida, más allá de la muerte, incentivando la convivencia, la tolerancia, el entendimiento entre todas las razas y la igualdad entre los humanos. Por eso, en la iconografía del nacimiento de Jesús aparecen el burro y el buey, símbolos antagónicos de la religión egipcia, que representan, respectivamente, al dios Set y al dios Osiris, hermanos rivales, en el que el primero incluso, mata al segundo, pero aquí, ante la presencia del Niño Dios, están los dos juntos, reconciliados. 

Fresco del maestro Giotto, siglo XIV, en el que se representa
el nacimiento de Jesús. Obra realizada a dos tiempos: María
carga al niño y abajo unas mujeres lo lavan.

Además, el cristianismo en esencia, es una religión de masas, que integra por primera vez a todos: hombres y mujeres, de distintas clases sociales, incluyendo a los esclavos, otorgándoles la esperanza, tras una vida repleta de sacrificios e injusticias, si es que uno ha sido digno, el llegar al Paraíso, rodeado de abundancia y paz, pero, luego de un año de intenso trabajo y esfuerzo, se presenta la oportunidad de celebrar… son muy pocos los que se pueden resistir, razón por la cual las Fiestas Saturnales estaban arraigadas en la cotidianidad de todos. Había que hacer algo, y algo radical, sustituir una por otra.

En la antigüedad eso no era mucho problema, hubo momentos, durante el Imperio Romano, en que unos dioses eran más venerados que otros, dependiendo en mucho, en las costumbres particulares del emperador, que los imponía a su gusto, pero Saturno, fue sin duda uno de los más importantes, representa a la agricultura y la comida siempre ha sido y será el objetivo primordial de la humanidad.

El Trono de Saturno, relieve que se encuentra en el museo del Louvre.

Con la cristianización del imperio por orden de Constantino I el Grande, a principios del siglo IV, los obispos de Roma o papas, van a aprovechar este auge, luego de unos 250 años de intensa persecución, para dar un orden internacional, regulando todos los eventos, sustituyéndose progresivamente casi todas las celebraciones paganas e imponer, a punta de mazo, la del nuevo dios, masificándose la fe a otros pobladores no cristianos. Pero aparentemente, es mucho más fácil sustituir una creencia que una tradición. Por siglos, la Saturnalia continuó, hasta que se trasladó, de un plumazo, el nacimiento de Jesús, del 25 de marzo al 25 de diciembre, y aunque muchos se habrán opuesto, con el pasar de las generaciones, eventualmente, se mimetizó la celebración de una con la otra, y se olvidaron del pobre de Saturno, lo que representaba y la verdadera importancia de su celebración; conversión por sustitución. Pero sin percatarnos, él aun está entre nosotros, el sábado es el día de la semana en su honor.

El hombre es un ser de costumbres, muy fácil de manipular, y La Iglesia, al igual que todas las otras instituciones religiosas, ha adoptado medidas similares: suplantar un templo por otro, asignar fechas, rituales, en incluso mimetizar conceptos, realizando adaptaciones y pequeños sacrificios para lograr el objetivo; lograr una mayor conversión de los paganos a mis intereses y creencias.

Los más ortodoxos de los lectores, saben que el solsticio de invierno es el 21 de diciembre y no el 25, pero el problema es, que en la antigüedad, no se había modificado el calendario y aun se usaba el Juliano, que arrastraba un pequeño error que generaba un desfase en las fechas con respecto al sol, hasta que en 1582 se realizó las correcciones, creándose El Calendario Gregoriano.

Detalle de la tumba del papa Gregorio XIII, en la Basílica de San Pedro,
en donde se representa uno de los eventos más relevantes de su pontificado:
el ajuste del Calendario.

Hemos hablado sólo de Jesús y de Saturno, pero en todas las religiones del mundo, la fecha del 25 de diciembre, es el día de celebración del nacimiento de todos los dioses conocidos, como lo son: Dionisos, Hermes, Zoroastro, Mithra, Buda, etc… al menos es fácil acordarse del día y dar una gran felicitación a todos.

Imagen inspirada en La Última Cena de Leonardo da Vinci en donde se
representan a todos los "cumpleañeros" al lado de Jesús.


Escrito por Jorge Lucas Alvarez Girardi

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