Es insólito que ésta bebida tan
estimulante, hoy consumida en todo el planeta, se haya descubierto hace apenas unos
500 años, y hoy, la producción mundial sobrepasa las 7.000.000 de toneladas, o lo
que es equivalente a un kilo anual por cada persona que puebla la Tierra, aumentándose
su consumo cada día que pasa, al descubrirse los beneficios que aporta y
desmitificarse, muy poco a poco, el tabú nocivo que se pensaba poseía ésta
bebida del "diablo", tanto para la salud como para el bienestar social.
El color del grano de café depende de la duración de la tostada; mientras más claro su tono es, su sabor es más suave, pero la carga de cafeína es mayor. |
Entre los antiguos pobladores era
bien sabido que ninguna baya silvestre se podía comer sino era previamente
consumida por los animales, una observación meticulosa instintiva, que no sólo
certificaba el consumo del mismo, sino que además analizaba el comportamiento
posterior y su posterior ingesta, ya que en su mayoría son venenosos y muy
dañinos, pudiendo ocasionar incluso la muerte. Entonces es curioso, que ni los
animales a la vista de seres humanos, hubiesen comido este fruto que además es
tan vistoso y abundante en la planta, pasando de un color verde intenso, a un
profundo amarillo, a un vistoso rojo.
Existen más de 15 mil millones de plantas de café distribuidas en alrededor de 80 países del Mundo, específicamente en áreas tropicales y subtropicales. |
No existe ninguna referencia del
café previa al siglo XV, fecha en la que el ser humano lleva ya siglos
produciendo vino y cerveza; ha logrado dar con la fórmula de la pólvora, el
vidrio, el papel y la porcelana; construido no sólo pirámides, sino grandes
iglesias, incluso relojes de precisión astronómica, y ninguno, hasta la fecha,
había descubierto la planta del cafeto. Cosa curiosa. Lo que nos da la
esperanza de que haya en la naturaleza otras cosas exóticas a la espera de de
un ojo sagaz y una mente abierta.
Cuenta la leyenda que en Abisinia,
hoy día Etiopía, un pastor de cabra de nombre Kaldi, notó con sorpresa, como
sus animales “bailaban” luego de ingerir los frutos de una planta, hasta ese
momento desconocida para él. Aburrido y cansado por la tediosa labor de
pastorear animales, se anima a probar, no sin temor, lo que sus cabras tanto
disfrutan. Comió algunos frutos y lo rechazó por su sabor amargo, pero al cabo
de unos minutos algo curioso le ocurrió, su cansancio desapareció y su ánimo se
estimuló. Entusiasmado recoge unas muestras de granos y hojas, y se las entrega
a un monje islámico, que al saborearlas, de inmediato las rechazó, lanzándolas
al fuego, pero al contacto con el calor, un olor muy agradable invadió la
habitación y el monje decidió darle a éste fruto otra oportunidad y comenzó a
experimentar: tostándolo, moliéndolo y finalmente mezclándolo con agua
caliente.
El personaje de Kaldi es legendario y su referencia apareció por primera vez en Europa, en un texto escrito por Antoine Faustus Nairon en 1671. |
Ahora los monjes tenían la
solución a uno de los más grandes problemas a los que estaban condenados: el
sueño. Con ésta infusión estimulante, cargada de cafeína, podían dedicarse a
sus labores y rezos sin ser atacados por el letargo de una vida enclaustrada.
De Etiopía, la bebida cruza el
Mar Rojo y llega a Yemen y desde allí se esparce por todo el mundo árabe,
quienes lo acogen con amor y devoción, llegando a ser conocido en Occidente
como la “amarga invención de Satanás”.
Abisinia, hoy en día Etiopía, está destacado en verde y el cruce a través del Mar Rojo fue hasta el sur de la Península Arábiga, en lo que hoy es Yemen. |
El café, de haber sido
descubierto antes de la época de Mahoma, éste seguramente lo hubiese vetado al
igual que hizo con el vino, por ser un fuerte estimulante, pero a falta del
Mensajero de Alá, los islámicos más ortodoxos intentaron prohibirlo, creándose
una ley en la Meca en contra de su ingesta en 1511 y luego en otras ciudades
islámicas, pero a pesar de lo obedientes que son los musulmanes en cuanto a su
religión, su consumo no se evitó, sino que se clandestinizó a tal punto que la
ley hubo que derogarla, o toda la población hubiese vivido en pecado eterno.
En Turquía incluso se introdujo una clausula en sus leyes sobre el divorcio, en la que le permitía a la mujer divorciarse de su marido si éste fallaba en proporcionarle su dosis de café diaria.
El café cruza la frontera ideológica
y continental hacia Europa a finales del siglo XVII, y de inmediato es acogido con
mucho entusiasmo, pero al igual que 100 años antes en los países musulmanes, se
intentó prohibir, ya que desde las cafeterías siempre provenían las críticas
más acaloradas a los malos gobiernos y a sus mediocres gobernantes. Lo mismo
pasaba en las tabernas, lugares en donde los hombres se reunían, compartían y
se quejaban, pero con la única diferencia, que luego de varias copas, la mente
y el cuerpo se les nublaba y el entusiasmo se diluía entre la resaca y el
vómito. El café en cambio, con cada taza, la mente se agudiza, al punto de la
euforia, y al fallar cualquier tipo de prohibición, se decidió ir a instancias
mayores: Dios.
Un grupo de sacerdotes se dirigen
a Roma con un único punto en su agenda: que el papa Clemente VIII prohíba su
consumo. Otorgada la audiencia papal, y luego de escuchar la fanática diatriba
de sus fieles súbditos, Clemente VIII, hábil político y administrador, pide
probar, como ya dije antes, “la amarga bebida del Diablo”, y quedó cautivado,
no sólo por su seductor aroma, sino por su sabor y posterior estímulo. Entonces,
muy al contrario de lo que deseaban los sacerdotes, el papa comunicó que sería
un pecado privar a los cristianos de tan agradable bebida, con lo cual, para “engañar”
a Satanás, la bautizó.
En contra de la creencia popular,
en Inglaterra la bebida favorita de sus habitantes era el café y no el Té,
llegando a haber más de 2.000 cafeterías para 1700. Para esa misma fecha todas
las ciudades importantes de Europa tenían una cafetería, excepto en Rusia, cuyo
consumo estaba prohibido con penas de encarcelación o mutilación.
La primera cafetería de Londres
se inaugura en 1650, durante el breve período republicano de Oliver Cromwell; en
Berlín en 1670; en Viena en 1683 y en París, su primer local fue el café
Procope, que aún existe, en 1686, futura cuna del liberalismo intelectual que
un siglo después (1789), desató La Revolución Francesa. No en vano todos los
monarcas europeos veían en ésta bebida una amenaza latente. Y no sólo allí,
sino también en el Nuevo Mundo. La primera cafetería de América se abrió en
1689 en Boston y la chispa independentista se gestó en el muy famoso Dragón
Verde, en donde los revolucionarios norteamericanos deciden desafiar al
gobierno británico lanzando toda la carga de Té de sus barcos anclados en la
bahía: The Tea Party (1773).
Fachada del Café Procope en Saint Germain des Pres, París. Lugar favorito de Diderot y Voltaire, en el que se encuentra aun su escritorio. |
Pero éste corto período, desde
sus primeros consumos certificados, y a pesar de todas las revueltas, imaginarias o
reales, han hecho de ésta bebida la predilecta de miles de millones de
personas, que todos los días amanecen con una taza en sus manos, desafiando los
mitos a la salud pública que una vez también tuvieron el aguacate, el huevo y
el chocolate.
Escrito por Jorge Lucas Alvarez
Girardi
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