Siempre ha sido un
tema muy atractivo cuando se lee de alguna persona que abandonada por años en
una isla desierta es rescatada; es interesante cuando le pasa a alguien más y
es uno el que lo lee, y más aún, cuando la persona en cuestión, de manera
voluntaria es la que decide quedarse. Sus anécdotas pudieron haber inspirado la
obra maestra de la literatura universal, Robinson
Crusoe, de Daniel Defoe, publicada en el año 1718.
El personaje creado por Daniel Defoe, inspirado en Alexander Selkirk, contaba con un compañero, al que él le pone el nombre de Viernes. |
Alexander Selkirk era un
inquieto e impulsivo escocés, quien, muy lejos de imaginarse en ser una
inspiración para nadie, abandonó la seguridad de un próspero negocio de
talabartería creado por su padre y su país natal, para aventurarse al mar, y no
a cualquier mar, ni a cualquier trabajo, sino al Océano Pacífico y de pirata
como profesión, al mando del capitán William Dampier.
William Dampier es considerado por los españoles un pirata, pero para los ingleses él representa uno de los mejores exploradores de todos los tiempos. Circunvaló la Tierra en tres oportunidades. |
Para esa fecha,
principios del siglo XVIII, en el marco de La Guerra de Sucesión Española, la
piratería era un trabajo honorable para el país, porque los bucaneros
trabajaban para el reino de Gran Bretaña y ésta profesión era legal siempre y
cuando robaran los botines de los barcos del enemigo: España y Francia, y
pagaran, por supuesto, a la corona el respectivo impuesto.
Era el año 1704 y William
Dampier era uno de esos capitanes, que impulsados por la codicia, ponía constantemente
en peligro la seguridad de su tripulación y la de sus naves: la St George y la Cinque Ports, dirigida ésta última
por Selkirk, y a pesar de eso
siempre corría con suerte, pero debido a las constantes imprudencias riesgosas de
su capitán, Alexander Selkirk se le
enfrentaba casi de manera continua, hablando él en nombre de una tripulación
temerosa, pero Dampier no escuchaba, estaba enceguecido y deseaba acción.
La labor de un bucanero inglés en esa época no era sólo perseguir y saquear barcos enemigos por sus tesoros, sino explorar y expandir la influencia británica por todo el Mundo. |
Intentando cruzar el
Cabo de Hornos, en el extremo sur de Argentina, ambos barcos, el St George y el Cinque Ports tuvieron que enfrentar tres
tormentas que debilitaron la estructura de éste último, pero, a pesar de la
dificultad, lograron sortear el mal clima y cruzaron del otro lado del
continente, al Océano Pacífico y a un mundo con inmensas posibilidades
económicas. La tripulación, a punto de amotinarse, recurre a Selkirk como su portavoz, y mientras se
abastecían en la isla desierta de Juan Fernández, hoy isla Robinson Crusoe, él
le propone al capitán que les permita quedarse allí a la espera de otro barco británico
que los rescate. El ultimátum de Selkirk
no funcionó tal cual él se lo imaginó, al no recibir el apoyo esperado por sus
compañeros, dejándolo a él sólo en tierra.
No es de
sorprendernos que un minuto después él ya se haya arrepentido de su precipitada
decisión, pero ya era tarde y nadie regresó a buscarlo. Es de imaginar al pobre
Selkirk gritando y saltando para
llamar la atención de sus ex compañeros, pero ninguno volteó. Irónicamente, unos
días después, el barco se hundió y muchos de sus hombres murieron en el
naufragio.
El barco que piloteaba Selkirk, Cinque Ports, se hunde unos días después en una tormenta como había predicho él. |
Selkirk sólo tuvo tiempo de
bajar unas cuantas cosas, ya que siempre se imaginó que su espera iba a ser
corta. Por días escrutó el horizonte y no vio nada. Su existencia en la costa
fue miserable, sin ninguna comodidad, y le daba miedo adentrarse en la isla,
hasta que llegaron las morsas y se apropiaron de su espacio, obligándolo a
buscar refugio en la selva. Una vez establecido se encontró una cantidad de
animales no autóctonos del lugar pero que se habían escapado de otras
embarcaciones y que le sirvieron de alimento, como las cabras. Los días pasaron
y la soledad y la desesperación hicieron mella y no hubo un día en que no considerara
el suicidio.
En las noches las
ratas mordían su cuerpo, así que Selkirk
hubo de hacer nuevas amistades, gatos salvajes a los que atrajo con carne de
cabra. A medida que pasaron los años las cosas que llevó con él se deterioraron
y tuvo que usar su imaginación para sobrevivir. En dos oportunidades barcos
españoles llegaron a la costa pero él tuvo que esconderse para no ser apresado
y colgado por pirata.
Finalmente en 1709
un barco inglés apareció en el horizonte y Selkirk
como un loco salvaje corrió por toda la isla para llamar la atención de los
marineros y poder ser rescatado. Irónicamente en ese barco iba su antiguo
capitán, William Dampier, quién destituido de su rango ahora era tan sólo el
piloto timonel.
Cuatro años y unos
meses después retornaba a la civilización y su suerte mejoró cuando ayudó al
capitán del navío Duke, Woodes
Rogers, a capturar un barco mercante español. Retornó a Escocia como un hombre
rico, pero nunca se logró adaptar luego de su experiencia y regresó al mar
muriendo unos años después de fiebre amarilla, a sus 45 años de edad.
Sus anécdotas,
escritas unos años después por Richard Steele, fueron muy populares y se cree
que el escritor Daniel Defoe se inspiró en ellas para escribir su popular obra,
Robinson Crusoe, en 1718.
Hoy en día una de
las islas del archipiélago lleva su nombre: Alexander Selkirk.
La isla Juan Fernández, perteneciente a Chile, hoy muy poblada, fue el lugar de residencia de Selkirk por más de cuatro años. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario