El término artístico del Realismo fue acuñado por Gustave Courbet y su objetivo era el de representar en el arte la realidad cotidiana, sin artilugios, sin modificaciones, sin resaltar elementos simbólicos, en sí, pintar lo que se ve y como se ve, eso incluye el incorporar a los olvidados, la otra realidad, la social, por lo general excluidos del protagonismo pictórico, siempre en un segundo plano. Las razones para tomar éste paso en la pintura fueron: la revolución de 1848 en contra de la opresión monárquica y la invención de la fotografía. La cámara no es excluyente, en la imagen aparece lo que está, el fotógrafo escoger el ángulo y la composición, pero lo que esté allí queda. Eso mismo harán los realistas.
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Autorretrato, "El hombre desesperado" (detalle), 1845
Colección Privada |
El “realismo social” de las clases trabajadoras siempre ha estado allí, pero la burguesía se había empeñado, hasta ese momento, en ignorarlo, ahora se preocupa, participa, apoya las causas y le otorga el protagonismo que se merece, aceptando la existencia de la vida ordinaria.
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"Los picadores de piedra", 1849
Destruido durante el bombardeo aliado sobre Dresden en La Segunda Guerra Mundial |
Y para los realistas su “enemigo” artístico es lo que al momento está de moda y aun se aferra por perdurar, el Romanticismo. Este movimiento evoca remembranzas de un pasado que se añora con nostalgia, por lo general dramático, apasionado y para lograrlo se deben de usar recursos visuales ficticios, intensos, casi siempre irreales, creados. Entonces Gustave Courbet es el primero en presentarnos ésta “realidad” simple e intenta educar a un público aun aferrado al pasado, a los convencionalismos, a la moda. Por lo general nosotros, los contemporáneos, vemos un pasado específico con la memoria de la actualidad, sabiendo lo que ocurrió después y todo lo demás que se generó en consecuencia, pero hay que proyectarse en el momento, en ese instante y dejarse sorprender por lo que se plantea y evaluar si lo que vemos tiene la importancia que se merece.
Desde siempre Gustave Courbet ha luchado en contra de las influencias externas existentes en la música, la literatura, el arte, en sí, todo a nuestro alrededor, buscando un estilo propio, no recorrido por nadie, pero con la intención de dejar huella, ser reconocido y a futuro, imitado.
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"El encuentro", 1854
Esta obra está inspirada en El judío errante, pero fue muy criticada
por la crudeza de su composición y rebautizada como "Buenos días señor Courbet"
Museo de Fabre, Montpellier, Francia |
Pero para un hombre que no desea convencionalismos se afanó en participar en el Salón Oficial de París y al ganar la medalla de oro, podía seguir participando sin tener que ser seleccionado por un jurado, utilizando el escándalo de pintor rebelde como publicidad implícita para su obra, atrayendo a un público deseoso de ser testigo de las irreverencias del artista.
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"El entierro en Ornans", 1850
En ésta inmensa obra de 314 x 660 cms, el tema es irrelevante
para el tamaño exagerado del cuadro.
Museo D´Orsay, París |
Ahora con audiencia para su obra, toma riesgos antes impensados, en el que destaca la escala de sus cuadros, pintando escenas cotidianas en formatos inmensos, que antes estaban reservados a temas épicos o históricos, pero el público no es predecible y a veces es muy sugestionable, como lo demostró durante el episodio de la Exposición Universal de París de 1855, cuando, por razones de espacio, tres de sus gigantescos cuadros fueron rechazados. Courbet ofendido, decide desafiar a los organizadores y montar él su propia exposición a la que llamó “El Pabellón del Realismo”. Este desafío le generó la admiración de otros pintores, incluso los románticos (Eugéne Delacroix), que vieron en él a un auténtico revolucionario por la lucha de la independencia artística, pero no obtuvo del público, su público, la reacción deseada, al menos en el momento.
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"El estudio del Artista", 1855 (359 x 598 cms.)
En la composición de éste cuadro Courbet coloca estratégicamente
a sus amigos a la derecha y a sus opositores a la izquierda, como en efecto
aparece el emperador Napoleón III.
Museo D´Orsay, Paris |
Esta independencia artística le brindó la libertad de pintar temas álgidos, polémicos, intensamente eróticos, rayando en lo pornográfico, que crearon controversia e incluso un incidente policial. Algunas de estas obras permanecieron ocultas al público hasta finales del siglo XX.
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El origen del Mundo, 1866. Gustave Courbet
Esta pintura nunca fue exhibida hasta 1998
Museo D´Orsay, París |
Con el paso del tiempo Gustave Courbet se transformó en una figura pública enfrentada al régimen autoritario del emperador Napoleón III, al que él llamaba usurpador. Ante la creciente impopularidad política existente en Francia, Napoleón III intenta aplacar a los críticos de su gobierno con reconocimientos públicos y prebendas. Muchos se dejaron seducir pero cuando a Courbet le ofrecen la más alta condecoración, la medalla de La Legión de Honor, en “reconocimiento” a su trayectoria artística y la rechaza, genera de inmediato la furia gubernamental, pero sus seguidores y el pueblo en general lo elevan, de forma simbólica, a héroe nacional.
Pero su creciente radicalismo en los sucesos tras la abdicación de Napoleón III en 1871 y el resurgimiento de las Comunas Parisinas y sus excesos, en la que él ordenó desmantelar y tumbar la Columna de Vendôme, lo obligan a auto exiliarse en Suiza para evitar la quiebra financiera por los costos relacionados a la reconstrucción del monumento caído, 323.091,68 francos pagaderos a una rata anual de 10.000 francos por 30 años, cuando cumpliese los 91 años de edad, pero muere en 1877, antes de tener siquiera que pagar la primera cuota, de cirrosis hepática a los 58 años.
Una nueva generación de artistas va a tomar la propuesta artística de Gustave Courbet como punto de partida y de allí en adelante revolucionar, a su manera, la percepción del mundo en el que viven; ellos son los impresionistas.
Unos años antes de morir Gustave Courbet dijo, “Tengo 50 años y siempre he vivido en libertad; permítanme finalizar mí vida libre; cuando esté muerto que esto se diga de mí: no pertenecí a ninguna escuela, a ninguna iglesia, a ninguna institución, a ninguna academia, menos aun a ningún régimen excepto el régimen de mí libertad”.
Escrito por Jorge Lucas Alvarez Girardi