La Piedad de Miguel Ángel
En 1972 el geólogo húngaro Laszlo Toth, 32, entra en la Basílica de San Pedro, Roma, se dirige a la escultura La Piedad, esculpida por Miguel Ángel en el año 1499, extrae un martillo de su bolsa y comienza a gritar, "yo soy Cristo resucitado de entre los muertos", mientras le da un total de 15 martillazos a la obra antes de lograr ser detenido por la multitud, rompiéndole el brazo, la rodilla y la nariz a la virgen María y astillando otras partes de la escultura.
Laszlo al momento de ser detenido. |
Laszlo fue arrestado y deportado, pero nunca condenado por su crimen, pero desde ese momento y luego de ser minuciosamente restaurada, La Piedad permanece protegida en un nicho tras un vidrio contra balas y alejada de los entusiastas que visitan la basílica con el fin de admirar una de las piezas más famosas de la historia.
El rostro de la virgen María después de ser reparado. |
En el año 1498 a Miguel Ángel Buonarroti le es encargada la escultura de La Piedad por el cardenal de la Villiers como pieza monumental para ser colocada sobre su mausoleo al momento de su muerte, en la capilla de Santa Petronila en el Vaticano y le paga una suma considerable de 450 ducados de oro con la única condición que la finalizara en menos de un año. Es bien sabido lo meticuloso y detallista que era Miguel Ángel y el tiempo que él le dedicaba a cada una de sus obras, pero el cardenal estaba muriendo y deseaba verla antes de fallecer. Nuestro artista de 23 años de edad se dedica a ella noche y día, obsesionado, como ya era natural para poder cumplir con el compromiso, logrando la hazaña en 363 días, dos días antes de lo pautado, pero seis días después de la muerte del cardenal.
La masiva pieza de mármol blanco de 174 cm x 195 cm y con un peso de 5.5 toneladas es colocada en el lugar asignado. De inmediato atrae la atención de todos y éstos se preguntan ¿Quién será el artista? Cada uno comenzó a especular y más de un nombre fue sugerido. La escultura en ese momento no estaba firmada. Miguel Ángel estaba presente y su ego lo carcomió, pero en vez de reclamar a gritos su autoría esperó con impaciencia la noche para cincelar en la banda, sobre el vestido de la virgen María, su nombre: “Miguel Ángel Buonarroti, florentino, la hizo.” Nunca más necesitó firmar otra obra.
Unos años después el arquitecto Bramante, diseñador de la actual Basílica de san Pedro, tuvo que demoler la capilla de Santa Petronila, al igual que la antigua Basílica de san Pedro, para dar paso a su nueva obra, dejando a La Piedad en una especie de Limbo hasta que en 1749 es colocada en la primera capilla de la majestuosa basílica.
La escultura está diseñada para ser vista por todos sus ángulos, recorriéndo en círculo, pero gracias al ataque perpetrado sólo puede ser vista de frente, a distancia y detrás de un vidrio... ¡gracias Laszlo!
Antigua Basílica de san Pedro con la capilla de santa Petronila al lado. |
La escultura está diseñada para ser vista por todos sus ángulos, recorriéndo en círculo, pero gracias al ataque perpetrado sólo puede ser vista de frente, a distancia y detrás de un vidrio... ¡gracias Laszlo!
Esa no ha sido la única vez que una obra de arte ha sido atacada de manera deliberada, por el contrario, es más usual de lo que uno piensa, razón por la cual cada vez vemos más obras con vidrios de protección, afectando desde ese momento la manera en que la vemos, ya que el reflejo de lo que está detrás ahora se mezcla con el cuadro.
Hay innumerables casos de ataques cobardes a las obras de arte, pero las más comunes son: fanatismo, demencia, desorden mental y vandalismo, aunque en la mayoría de los casos resulta que el atacante lo busca notoriedad, al ligar de ese modo su mediocre existencia a la de la obra, ya que, hasta ahora, las condenas por "Vandalismo Artístico" no son tan severas como uno pensaría, pero eso debería de cambiar, ya que la agresión al final del día no se le está haciendo a la "Obra", sino a la memoria colectiva de la humanidad.
Escrito por Jorge Lucas Alvarez Girardi